Drama en el que una familia quiere que su hija por fin acepte casarse en Tokyo. El gran secreto del cine de Ozu es poner la cámara a la altura del corazón. Tal vez sea el director que mejor ha aprovechado el contracampo en la historia del cine. La mirada con los ojos abiertos le permite emocionar con las situaciones más simples y las acciones (en apariencia) más banales. Su cine es tan esencial que no hay relevamiento en la significación. Las cosas representan efectivamente lo que son.