Tres historias de amor se entrecruzan a lo largo de las estaciones en Japón. A partir de una belleza plástica exuberante en la utilización del vestuario y los colores, de la excelente banda sonora de Joe Hisaishi y del provecho que saca de los paisajes de Japón, Kitano se desentiende de las historias (una pareja atada que vaga sin rumbo, un jefe yakuza que recuerda su amor de juventud, una estrella pop accidentada adorada por un fan), pero no del tema. A partir del alejamiento del mundo material, de la ausencia de palabras y del sentimiento de marginalidad compartido, el film plantea una idea del amor como estado hipnótico. Kitano puede abrir y cerrar el rango de relato porque la estructura narrativa está libre de toda atadura (los personajes son fantasmas) y resumir una idea del amor con el juego de soplar la bolita. El film es una pieza rara y fascinante con la que Kitano continúa expandiendo su rango de acción. ¿Qué más debe hacer, películas de género (policiales y yakuzas), historias secas y minimalistas, comedias absurdas y delirantes, todas con un estilo propio y reconocible, para mostrar su versatilidad?