Tercera parte de Die Hard (1988) en la que John McClane queda a merced de un terrorista que pone bombas en New York. Luego de un arranque excelente (la explosión en una mañana normal de New York, la presentación del protagonista con un cartel de “Odio a los negros” en Harlem, la escena en la comisaria con la camioneta del FBI y la secuencia de acción en paralelo en el subte) que muestran el talento de John McTiernan para tomar todos los planos, todas las escenas y darles el mismo cuidado e importancia, la película deviene en un espectáculo tan excesivo como descarrilado (los ladrones robando la bóveda, los policías evacuando escuelas, los dos héroes totalmente desaforados) que ni el sentido del humor o la violencia extrema pueden salvar.