Historia de amor de un estudiante de secundaria y una hermosa mujer que tiene a su esposo en juicio, que comparten unos días juntos pese a las recomendaciones de sus familiares en Roma. Nuevamente Bellocchio parece llevarnos al límite de la rareza y la locura. Pero esta vez la historia es más normal de lo que insinúa, afortunadamente carece de todo rasgo sensacionalista y el protagonista nunca termina de explotar. El film obviamente está más cerca de Bertolucci que de Adrian Lyne. De paso da una lección de cómo filmar las escenas de sexo, ya sea por largos planos con los personajes acostados en la cama o por la sencillez con que incluye una felación. Y se rinde ante la belleza de Maruschka Detmers que (junto a Sylvia Kristel y Monique van de Ven) completa el trío de actrices holandesas de películas eróticas de las décadas de 1970 y 1980.