Drama en el que un sacerdote luxemburgués prisionero de un campo de concentración en Dachau tiene nueve días de licencia para ir al funeral de su madre durante la segunda guerra mundial. Schlöndorff vuelve a revisar un período oscuro de la historia alemana con un fría empatía hacia el personaje y un dilema ético y filosófico. Llega un momento que las acciones que el protagonista debe hacer en los nueve días, la posibilidad de fuga de la situación o los métodos que utilizan para convencerlo de enviar una carta al Papa poco importan, sino más bien su consciencia interna. En ese sentido, la utilización de una fotografía descolorida en la que la luz se escapa y el uso de una cámara en constante movimiento (ya sea en los campos de concentración como en las calles de Luxemburgo) resultan apropiados. El debate teológico sobre Jesús, Judas, la traición y el sacrificio (que por momentos se vuelve central en el film) tiene poco vuelo en el marco de la corrección que propone Schlöndorff. La resolución no carga las tintas y va por caminos previsibles. Schlöndorff sigue su carrera de casi 40 años haciendo un tipo de cine correcto, digno, pero que no molesta a nadie.