Secuela de Demolition High (1996) en la que un grupo de estudiantes universitarios quedan rehenes de unos terroristas que toman una planta de agua en California. Tenney hace una secuela de un subproducto de Jim Wynorski y un vehículo para un Corey Haim que todavía explota su imagen adolescente. Si bien trata de imprimirle algo de sentido del humor y de jugar un poco con la planificación, es poco lo que se puede rescatar. La propia naturaleza del film es el cliché. Los montajes paralelos entre terroristas, estudiantes y policías se vuelven rutinarios. El conflicto del triángulo amoroso es arcaico. Las escasas disposiciones del presupuesto para las explosiones, los tiroteos y las peleas resultan evidentes. Los actores recitan diálogos imposibles. Y nuevamente comprobamos que la voz de Ami Dolenz puede ser una de las más insoportables del cine de clase B americano contemporáneo. En medio de semejante despropósito, Robert Forster pone cara de nada para disimular su presencia, hay un travelling circular que más que mostrar algo sirve para marear al espectador y una explosión de la planta final con metraje de stock robado. Tenney es un director que puede sorprender (Witchboard (1986), Peacemaker (1990) y Witchboard 2 (1993)) o caer en la más rancia mediocridad (Witchtrap (1989) y The Cellar (1989)). Esta película pertenece al segundo grupo.