Drama criminal en el que un comisario descubre que su hijo está envuelto en una banda de narcotraficantes en Buenos Aires. La película arranca muy bajo: una pésima inclusión de Cambalache, el insert del viejo que mira el partido de los chicos es criminal, Mario Pasik pronunciando unos diálogos atroces. Pero Carreras se da cuenta a tiempo que entre todo el sensacionalismo, la explotación, la manipulación, las pretensiones de denuncia y las intenciones moralizadoras tiene un policial de base realista. Esta idea empieza cobrar forma en el largo flashback que muestra la muerte de sobredosis en una habitación de un hotel. No porque revele algo que no sabíamos, sino simplemente porque la trama asume un centro, un núcleo sobre el cual giran todas las historias. Después la fuga de Rodolfo Ranni de Tribunales y el tren tomado en Retiro bordean el dadaismo. Lástima que cada tanto Carreras también nos recuerda su ineptitud cinematográfica (el flashback que nos remarca algo que vimos sólo dos escenas atrás, el uso del montaje paralelo).