Policial en el que una abogada debe defender a un cliente acusado de producir películas porno con menores en Los Angeles. Más allá de las buenas actuaciones y de una secuencia de acción efectiva, el producto no se sostiene. Las vueltas rebuscadas del guión y la previsibilidad de la resolución no pueden ocultar el sustrato reaccionario. Martin Campbell filma como un fast food, desde la fotografía en tonos azules hasta las escenas de juicio, todo a las apuradas y sin ninguna convicción.