Cuento de terror y ciencia ficción en la que una familia sufre apariciones extraterrestres en su casa de un pueblo de California. En el cine la figura icónica del extraterrestre es inquietante, pero en el fondo vacía para el terror en sí porque carece de la dimensión afectiva. Se agota en los secuestros para experimentos de una raza superior. Así lo demuestran Communion (1989) y Dark in the Skies (1993), tal vez los films más representativo de este subgénero del terror y la ciencia ficción basado en los secuestros extraterrestres. El film arranca con una oportuna y sugerente cita de Arthur C. Clarke, pero eso es lo único y oportuno y sugerente que aparece en la película. El sustrato pequeño burgués de la trama es indisimulable. Las dificultades económicas de la familia trazan un puente con los films de casa encantada. El pedido de ayuda no tarda en llegar. La presencia de J. K. Simmons es pintoresca. Luego de dos películas de “terror” de alto perfil cargadas de efectos especiales, Stewart intenta reconvertirse con un producto más modesto y contenido bajo el modelo de micro presupuesto promovido por la factoría Blumhouse en el género de terror en los últimos años. Aun así Stewart (aquí en doble función de guionista y director) no es consciente de lo limitado que es su talento, de allí que el film de ratos parezca que se vea con facilidad, pero nunca pueda entrar en la vacilación fantástica que su premisa argumental incita. Que los extraterrestres aparezcan poco no quiere decir que no aparezcan. Pero la historia del hijo adolescente queda a mitad de camino del despertar sexual y algunas situaciones incómodas. Lo de escenificar el clímax durante el 4 de julio no es ni para tomarlo en serio, pero Stewart aparentemente sí se lo tomó.