Historia de amor de un norteamericano que vive en Europa y una chica americana de viaje de vacaciones que se conocen en un hotel de Suiza y se reencuentran en Roma en la década de 1870. Peter Bogdanovich opta por la fidelidad literaria, la bella reconstrucción de época y una historia de amor no consumado, sin renunciar a la sutileza de los gestos y los silencios, el refinamiento de la puesta en escena y pequeños apuntes de sentido del humor. Se nota además que es un film profundamente personal sobre la incapacidad del entendimiento entre un hombre y una mujer y en el que los prejuicios de la época están detallados con simpleza y contundencia.
Bogdanovich realiza una adaptación prácticamente idéntica a la novela corta de Henry James. Es que el relato de James ya le soluciona el problema del punto de vista y la duración se adapta perfecto al molde de los 90 minutos. Incluso filma en los mismos lugares que se describen en la novela. Apenas agrega un juego con los zapatos fuera de las habitaciones del hotel en el comienzo, la charla con la tía del protagonista ambientada en una pileta y una representación de títeres en la plaza de Roma. Independientemente de las razones que lo llevaron a hacer esta película luego de tres masivos éxitos de taquilla, Bogdanovich realiza tal vez su obra maestra. La sencillez y transparencia de su puesta en escena hace que el film gane en intensidad dramática aún cuando el protagonista se ve cada vez más aislado de la historia de Daisy. En un principio la aceleración de los diálogos podría parecer una referencia a la screwball comedy, pero no disminuye el dramatismo de la historia. Viendo al protagonista/testigo y la época en que se ambienta uno no puede dejar de pensar en Proust y lo que Bogdanovich podría llegar a hacer con ese material.