Cuento de ciencia ficción en el que un hombre acepta un trabajo como espía industrial a lo largo de los Estados Unidos en un futuro cercano. Natali confirma las expectativas que creó con Cube (1997) haciendo un film aún más claustrofóbico, desconcertante y riguroso. La película es lo más parecido a una pesadilla en primera persona. Las comparaciones con Cronenberg tal vez no sean tan descabelladas. Nuevamente a través de la exactitud de la puesta en escena, de los planos bien cerrados, de la utilización expresiva de los colores y el decorado y la visión subjetiva de la realidad, el film transfiere al espectador la paranoia, el horror y la angustia. Con referencias al policial clásico, al cine de espionaje y a la ciencia ficción paranoica, Natali expande sus horizontes como maestro de la conspiración. El film tiene grandes momentos: la convención a la que entran unos agentes que hacen un lavado de cerebro, el protagonista que entra a un avión en el que todos los pasajeros están inconscientes y el escape de la base subterránea (una de las secuencias de acción más emocionantes en mucho tiempo). Además, ofrece un maligno comentario sobre la pérdida de la identidad del individuo en las nuevas sociedades que conecta con New Rose Hotel (1998) y Fight Club (1999). La única queja con el guión de Brian King es que cierra todas las puertas en pos de un final demasiado optimista. Natali, alejado de las estructuras habituales del género, se perfila como una de las voces más personales del cine fantástico contemporáneo.