Cuento de terror y ciencia ficción en el que seis personas quedan atrapadas en una serie de habitaciones interconectadas con forma de cubo. A partir de un planteo argumental medianamente original, el film es un asfixiante, claustrofóbico y atrapante ejercicio de terror y suspenso. La cuasi abstracción de la historia se contrasta con la contundencia de la amenaza (unas trampas mecánicas implacables). Las dos muertes del principio (la finísima red que “cuadriculiza” al despistado personaje y el ácido mortal a la cara que deja la cabeza como una canasta) sensibilizan al espectador. La película niega en todo momento una explicación contundente, por lo que las metáforas aparecen solas. Ante todo se impone la búsqueda irracional de una salida. Pi (1998) de Darren Aronofsky se planteaba en términos similares. Y las matemáticas también aquí tienen un papel importante. La exactitud de la puesta en escena hace un excelente uso del espacio del único decorado y de los colores para transmitir miedo, angustia y tensión. Algunas fallas en el dibujo de los personajes y en los diálogos estereotipados no son molestas. Otras derivadas de la necesidad de generar “conflicto” (la transformación de uno de los personajes en un imbécil) impiden al film llegar al horror profundo que se propone. Pese a que el clímax está logrado, sobre el final parece Natali pierde un poco las riendas del film.