Drama en el que la que la tripulación de un submarino americano recibe órdenes no confirmadas de disparar armas nucleares contra Rusia en el Océano Atlántico. Lo que prometía ser un atractivo duelo de actores en una situación crítica queda arruinado por los planos torcidos y las luces de colores con que Tony Scott adorna la puesta en escena, por los conflictos paralelos que distraen, por los chistes Tarantino sobre la cultura pop y por el evidente rodaje en estudio. Pero lo peor es la conciliadora resolución. En los films de la década de 1960 no tenían problemas de tirar la bomba.