Thriller en el que una ginecóloga sospecha que su marido la engaña y contrata a una prostituta de lujo para ponerlo a prueba en Toronto. Puede decirse que por primera vez Egoyan asume un encargo, ni siquiera escribió el guión, el film es un remake de una película francesa de 2003, trabaja con actores que le son ajenos, y más allá de ciertos problemas, sale aprobado. El planteo del film en todo momento está al borde del precipicio por el modelo de thriller erótico reaccionario de Fatal Attraction (1987), el morbo lésbico para nada creíble y la adolescente psicópata de apariencia angelical de Poison Ivy (1992). Resulta casi gracioso cómo Egoyan va esquivando las constantes trampas de este tipo de relato. Ya sea la puesta en escena fría y distante con un dejo de tristeza y melancolía, algún gesto o característica rescatado de los actores y personajes, las referencias sutiles al psicoanálisis o las cuestiones de siempre (la tecnología y la identidad) van abriendo surcos en el relato que nos hacen olvidar los giros ridículos de la trama. Hasta que finalmente Egoyan reconoce todo los malabarismos y artificios y, literalmente, deja caer a su heroína (y con ella al film) en la imagen más bella y ridícula de la película. Chloe tal vez sea un buen ejemplo de cómo hacer una buena película a partir de un mal guión. O tal vez un ejemplo de cómo un realizador expone las deficiencias del guión para valorar el trabajo de la dirección.