Comedia de fantasía en la que un excéntrico dueño de una fábrica de chocolates invita a cinco niños a conocerla en Inglaterra. Luego de dos fiascos como Planet of the Apes (2001) y Big Fish (2003), que fueron éxitos de taquilla que permitieron reacomodarlo en la industria, Burton parece retomar la veta más imaginativa, irónica y delirante de sus anteriores trabajos, Edward Scissorhands (1990), Ed Wood (1994) y Sleepy Hollow (1999). Además de la excelencia del diseño de producción (la fábrica más allá de toda descripción y la casa del niño pobre con contornos expresionistas), de la música de Danny Elfman que incluye sintetizadores y electrónica y de la actuación de Johnny Depp (un showman que sabe poner sus límites), el film contiene una galería de personajes (un protagonista que hace chistes que nadie se ríe, unos niños malcriados e insoportables y unos padres tan o más estúpidos que sus hijos) a cual más freak. La película funciona casi como un thriller con body count o como fábula de terror por la forma de ir eliminando a los niños y cómo lo disfruta el protagonista. Claro que el tono de comedia, los delirantes números musicales y el colorido despliegue de decorados hacen lo imposible por desmentirlo y hacerla pasar por un film para niños. Poco importa el collage de episodios y flashbacks que se suman con poca progresión narrativa cuando Burton es capaz de hacer una operación semejante dentro de la industria. Esperamos que Burton continúe en el terreno de la perversa fantasía que es lo que mejor sabe hacer.