Aventura en la que un grupo de soldados romanos es perseguido por unos guerreros pictos en el norte de Gran Bretaña en el año 117. Luego de la aberrante experiencia post apocalíptica de Doomsday (2008), Marshall sigue tratando de diversificar su obra fuera del cine de terror. Esta vez incursiona en el peplum digital post 300 (2006). Lo que quiere decir que los actores gritan en cuero mientras se matan en batallas en las que es imposible distinguir nada. Es una muestra del cine silicona del siglo XXI que, sumado a la ya de por sí preocupante tendencia publicitaria del lenguaje visual de Marshall, da como resultado estos productos. De los primeros cuarenta minutos es poco lo que se puede distinguir más que gritos, batallas con cámara de movimiento fragmentado y sangre digital (uno piensa en las escenas de batalla filmadas por Sergei Eisenstein u Orson Welles y dan ganas de abandonar la sala). Después, el film mejora un poco gracias a la simpleza de algunos recursos del cine de aventuras: una persecución que lleva a un precipicio, el refugio que da una mujer que vive sola, unos lobos que rondan el área, la muerte uno a uno de los soldados. Aun así la incapacidad del cine silicona de filmar la naturaleza es notable. Siempre hay que incluir una luz, una niebla, una lluvia, un trueno, un fuego o unos copos de nieve digitales para que la escena sea más decorativa.