Western en el que un empresario trata de sacar a un amigo banquero de las apuestas en Oregon en 1856. Tourneur incursiona por primera vez en el western y en el color aportándole una construcción narrativa de pequeña forma y una delicada puesta en escena. La película resulta fascinante por el equilibrio precario siempre a punto de estallar. Por momentos recuerda a Max Ophüls, por la perfección del cristal, y por momentos recuerda a Jean Renoir, por los triángulos amorosos.