Policial en el que una banda de ladrones roba un dinero, toma rehenes y escapa en auto de Roma. El film tiene un arranque rabioso (disparos, persecuciones, cuchillazos) en el que Bava muestra que también puede filmar la acción. Después se mantiene dentro del auto y recurre a un genial giro en el final. De no ser porque recién pudo verse en 1997, la película bien podría haber inspirado a Tarantino para Reservoir Dogs (1992) y From Dusk Till Dawn (1996). Aunque los personajes de Bava son mucho más sucios (roban el dinero de los sueldos de una compañía farmacéutica, obligan a mear a la rehén).
Bava realiza un ejercicio de estilo (en la mejor tradición de Hitchcock) al ambientar prácticamente todo el film en el interior de un automóvil. Dentro de ese espacio reducido puede desplegar todo el poder expresivo de los primeros planos y los planos detalle llevando el realismo de la situación a los límites extremos del naturalismo (consumición total del medio incluida). El personaje de George Eastman se vuelve realmente molesto por su insistencia en molestar de tal forma que le permita seguir molestando. Pero el gran mérito del film es cómo logra meter al espectador en el centro de la escena pese a que se trate de una situación en la que nadie querría estar (el mejor lugar en la sala que pedía Hitchcock cobra en este caso un sentido particular). De esta manera, la extrañeza de las breves y ocasionales escenas que transcurren fuera del auto cuando los personajes deben salir por algún motivo (un conductor que se queja de un choque, un sorpresivo encuentro en una estación de servicio, un surtidor de gasolina que se niega a atenderlos, una mujer que rompió su auto y quiere que la lleven, un agricultor que cuida de sus uvas) cobran otro significado. Allí es dónde caemos en cuenta de la tensión y violencia en la que estamos metidos.