Secuela de Cabin Fever (2002) en la que unos adolescentes a punto de graduarse de la secundaria se contagian de un virus en un pueblo de los Estados Unidos. West tiene la posibilidad de entrar a Hollywood con una secuela directo al video de Lionsgate. Si bien la experiencia no es del todo satisfactoria por problemas con el corte final, deja en claro que capacidad no le falta. Pese a un guión balbuceante, West puede llevar los excesos más allá de la mera grosería, mostrar destreza visual con el formato panorámico y los colores e incluir un inconfundible sabor al terror de la década de 1980. Lo que se desprende es cierto talento anárquico (como Rob Zombie) capaz de combinar una secuencia de créditos que recurre a la animación, el delicado travelling que sigue los pasos de la pareja protagonista acompañándose, la escena de sexo en la pileta con la chica gorda y una mirada naturalista al horror (Cronenberg). Después, el personaje del sheriff que parece sacado de otra película, los chistes subidos de tono de desigual suerte, una última parte carente de progresión narrativa y la acumulación de sangre, vómitos y fluidos de la resolución dan testimonio de demasiadas manos en la sala de postproducción. West pierde la independencia y el control artístico de su film se resiente. Por suerte volverá a las bases.