Drama criminal en el que tres empleados de una fábrica de muñecas se vinculan con un asesinato en un pueblo del medio oeste de los Estados Unidos. Soderbergh da otro giro de 180 grados en su obra en medio de las secuelas de Ocean’s Eleven (2001). Con un presupuesto reducido, actores no profesionales y cámara digital hace una fábula criminal en la América profunda. Sin duda es su film más duro, triste y pesimista. Lo que no equivale a convincente, logrado y consciente, pero al menos resulta mucho mejor que los anodinos ejercicios recientes. Por un lado, la inexpresividad de los actores, el sentido del humor subterráneo y la calculada puesta en escena le terminan jugando en contra. Soderbergh está muy lejos del distanciamiento de Brecht. Por otra parte, la investigación policial está conducida con tal frialdad y parsimonia que hacer ver a Fargo (1996) como un film de acción trepidante. Aun así, en los escasos 73 minutos de duración encuentra soluciones visuales, montajes poderosos y momentos de incomodidad que convierten al film en un cuento de horror realista. Soderbergh se muestra decidido a ser ignorado en su propio país y a lavar las culpas por los trabajos alimenticios. Tal vez por única vez lo consigue.