Cuento de terror el que un empleado de una revista de moda se levanta un día con una máscara blanca e inicia una matanza contra quienes lo humillaron en Toronto. Romero vuelve al cine después de siete largos años y de varios proyectos frustrados para dirigir sus dardos contra los jefes capitalista abusivos que dictan las modas. El film acierta en la descripción de la rutina del protagonista antes del cambio (se levanta, se baña, se afeita y lo ignoran en el trabajo), en los hallazgos de la puesta en escena (la amiga cómodamente ubicada en la mansión) y en los montajes previos de los deseos de romper todo del protagonista (antes de la transformación). Hay referencias a Les yeux sans visage (1960), en la máscara blanca sin expresión, a Carrie (1976), en las humillaciones que sufre el protagonista antes de explotar, y a Ms. 45 (1981), en la fiesta de disfraces del clímax. Peter Stormare se luce como el jefe insoportable que no para de hablar. El discurso sobre la identidad perdida de una generación y la posibilidad de cambio es llevado al terreno de la lucha de clases. La inteligencia de la resolución reside en que nada impide que todo vuelva a empezar de cero al día siguiente. Es saludable el retorno de Romero, aunque sea en formato más modesto y sin las ambiciones de antaño.