Drama en el que un joven desencantado tiene como mascota a una medusa a la que trata de adaptar al agua corriente en Tokyo. Kurosawa abandona los fantasmas y los espíritus, pero su mirada hacia el mundo contemporáneo alienante y vacuo sigue siendo la misma. La belleza de las imágenes en distintos grados de grano digital y de las medusas muy luminosas están en perfecto contraste con las situaciones que se presentan. De cierta forma el film critica el axioma de cambiar al mundo hacia las aspiraciones personales y las acciones cotidianas. Allí está no está el futuro brillante. El último plano secuencia de los jóvenes caminando con las remeras del Che Guevara es una de las imágenes más extrañas y bellas del cine de la década de 2000.