Comedia dramática en la que un travesti busca a su madre real en Londres en la década de 1970. Neil Jordan vuelve a una novela de Pat McCabe como en The Butcher Boy (1997), el que es tal vez su mejor film, pero esta vez con un tono más complaciente y conciliador. Es que la pintura de época es muy superficial y artificial, la utilización de la música y las canciones sólo decorativa, las pinceladas sobre el conflicto armado y la religión quedan descolocadas y la división de capítulos cortos no ayuda al retrato de la protagonista. El resultado es muy pobre. No es que el personaje no sea atractivo, pero la caracterización afectada de Cillian Murphy, el puritanismo con el que son tratadas algunas cuestiones y la falta de desarrollo y variantes en su viaje le quitan credibilidad. Cuando la película intenta ser graciosa queda en el ridículo, cuando intenta ponerse serio carece de impacto. Es como un Almodóvar pero más diluido. Ni siquiera las apariciones de habituales del cine de Jordan (Liam Neeson como un cura, Stephen Rea como mago enamorado y Brendan Gleeson como artista callejero) o el extraño cameo de Bryan Ferry logran darle identidad a los personajes secundarios. Jordan confirma la irregularidad de su obra. Alterna buenas y malas. Lo que mejor le va es el cine de género.