Comedia dramática en la que una pareja hace una terapia para “sentir emociones” y hace partícipe a otra pareja en Los Angeles. En su debut como director Paul Mazurky juega al subjetivismo cómplice y el objetivismo crítico. De ahí lo desparejo de los personajes y las escenas. En vez de ahondar en el humor absurdo (la disculpa del camarero) o el costado sentimental de la historia (la fiesta en el sótano) se queda en la poca feliz discusión sobre la diferencia del sexo y el amor.