Psycho thriller en el que un joven en fuga asesina prostitutas en New York. El film puede formar una trilogía sobre asesinos seriales que reflejan la putrefacción de la gran ciudad con The Driller Killer (1979) de Abel Ferrara y Maniac (1980) de William Lustig. La película no es tan violenta como aquellas, pero sí igual de sórdida en la descripción del ambiente (los hoteles de mala muerte, la suciedad de los departamentos) y de nihilista en la concepción del relato (llevado casi a la abstracción).
Zito acierta al no psicologizar a su personaje y al no recurrir a flashbacks para explicar su comportamiento. En un principio, trata de jugar con el suspenso (la escena en que el policía entra a la casa de la prostituta poco después de su asesinato), pero rápidamente olvida esa intención en vista de los pocos medios disponibles. Su película se convierte en un testimonio de la decadencia urbana (en un momento la vecina le recrimina al protagonista que no se droga, que apenas bebe alcohol y que no tiene vicios), pero queda un poco presa de la ambientación en interiores (los tres asesinatos son cometidos bajo techo). Eso sí, la resolución expeditiva y repentina remite a la mejor tradición del giallo.