Secuela de Blade (1998) en la que los cazadores y los vampiros se unen para combatir una nueva raza de monstruos en la República Checa. La película arranca bien arriba gracias a una premisa atractiva, unas secuencias de acción vistosas y la ambientación en Europa del Este, pero el concepto se agota pronto y la última media hora resulta muy floja. Tiene los mismos defectos (ausencia de terror y de suspenso) y virtudes (vertiginosa acción) que el original, sin embargo carece de gore (los vampiros explotan en fuego digital cuando mueren). La nueva raza de vampiros son calvos, tienen la piel blanca y la misma boca que el monstruo de Predator (1987). Su único punto vulnerable es la exposición a la luz solar. El film agrega un principio de historia de amor que, pese a la tepidez de su desarrollo, nos regala una bella imagen al final (tal vez la única señal de que Del Toro está detrás de la cámara). Las seis secuencias de acción (una sorprendente persecución de motos, una gratuita pelea de dos vampiros, el montaje en paralelo en el boliche y las alcantarilla, la resurrección de Blade y el enfrentamiento final) se ven muy dependientes de los efectos visuales digitales. Del Toro debía mostrar que podía hacer un film de acción funcional a la taquilla de Hollywood antes de realizar su ansiado proyecto de Hellboy (2004).