Drama en el que un empleador de inmigrantes ilegales tiene cáncer de próstata en Barcelona. Iñarritu abandona las historias paralelas, las alteraciones temporales y la narración entrecruzada de su trilogía inicial para desnudar aún más las limitaciones de su cine. Todo es tan calculado (la utilización de la música), forzado (el temblor de la cámara), vacío (las fugas de realismo mágico) y ridículo (la confesión final a la esposa) que su cine ya ni tiene la capacidad de irritar. Ese miserabilismo tercermundista que está al orden del día, con inmigrantes chinos y africanos, las muertes por hacinamiento o asfixia mientras Javier Bardem se pasea en pañales orinando sangre dejan en claro que la lucidez intelectual de su nueva pareja de guionistas (Armando Bo y Nicolás Giacobone) hace ver como una eminencia a Guillermo Arriaga en el campo de la escritura cinematográfica. Si había algún mérito de la trilogía se debía a él.