Cuarta parte del superhéroe de ciudad Gótica en la que se enfrenta a Mr. Freeze y Poison Ivy. La degeneración y degradación de la serie se observa en los atroces one liners de los diálogos, en las actuaciones abismales, en el diseño kitsch de las fiestas, en la historia inexistente y en el humor infantiloide. El resultado es vergonzoso y la sensación que domina es la de absoluto irrealismo. Schumacher es un digno heredero de Herschell Gordon Lewis. A semejante nivel llega el film que el montaje no le pega una vez al raccord y las intenciones del producto resultan indescifrables: ¿parodia? ¿camp? ¿homenaje? Todas las “intervenciones” de Schumacher se reducen a los planos detalles de los trajes, los zooms dentro del estudio y los sonidos onomatopéyicos. Y todas resultan de un mal gusto absoluto. Por no hablar de la trama que incluye las peleas infantiles de Batman y Robin, la enfermedad de Alfred, la llegada de su sobrina que se convierte en Batgirl, la apariencia amazona de Uma Thurman y la estética sadomasoquista del ayudante de Poison Ivy. Pero la culminación del despropósito es la escena en que Mr. Freeze le da dos tubos de antídotos para salvar a Alfred también. El film es un pastiche impresentable, producto de una creación que perdió el control o que tal vez estaba sobrevalorada desde el principio.