Drama musical en el que un joven se debate entre dos mujeres en un pueblo de Mendoza en la década de 1960. Remake de El romance del Aniceto y la Francisca (1967). Favio vuelve a la ficción después de 15 años, retoma la historia de uno de sus primeros films y purifica su estilo hasta la abstracción. El resultado es único, como toda su obra. Al subrayar el artificio, incluir escenas de baile y reducir los diálogos al mínimo, lo que pierde en realismo y crudeza lo gana en otros aspectos. No sólo en la belleza plástica de las imágenes (los cielos de colores, las luces y contraluces, los travellings en plano general), sino también en el retrato de la masculinidad (el protagonista incapaz de recibir amor, su orgullo nada disimulado) que hace más relevante la resolución. Como siempre en Favio las emociones se transmiten en los gestos, las miradas y los rostros de los personajes, pero también en las palabras y su entonación. Ese “estoy contenta” de Natalia Pelayo que se escucha en off visual es inolvidable. Tal vez un día podremos apreciar la belleza e inteligencia del cine de Favio sin ruborizarnos.