Historia de amor, sexo y locura en la que una mujer le paga a un hombre que conoce en una discoteca gay para que vaya a su casa a observarla durante cuatro días en Francia. Ya desde su impactante comienzo que incluye una escena de sexo oral entre dos hombres, la descripción de la discoteca gay y el intento de suicidio de la mujer en el baño, Breillat no se guarda nada. Hasta tal punto que el par de relatos de la niñez de la pareja, la utilización fálica del mango del rastrillo y los protagonistas bebiendo sangre de menstruación quedan opacados por la naturaleza enfermiza del relato. El tono surreal y pesadillesco se ve magnificado por el uso de los colores (negro, rojo y gris), el aislamiento la casa alejada al pie del océano y la soledad de los protagonistas. Y es rematado con una de las imágenes más perturbadoras, significativas y aterradoras de la carrera de Breillat: él tratando de acercarse y ella levitando hasta caer al precipicio. Continúa en su cine la naturaleza pesimista de las relaciones mujer-hombre: la sexualidad nunca puede ser completa, en el hombre siempre hay una tendencia destructiva, en la mujer siempre hay un dejo de resentimiento y el encuentro con el otro siempre genera angustia (lo que no es y no será). Anatomie de l’enfer tal vez no tuvo la repercusión de Romance (1999), pero sin duda es un film más valiente.