Drama en el que un joven griego en Turquía sueña con emigrar a América en la década de 1890. Hay que reconocer la valentía de Kazan para, en la cumbre su carrera en Hollywood, irse a Turquía y Grecia a rodar un film en blanco y negro de tres horas de duración y sin estrellas. La maniobra le permite profundizar sus temáticas y su estética. Así, las actuaciones logran un tono más realista, el dilema de la traición está expuesto con mayor desnudez y la tierra prometida adquiere valor sólo por la magnitud del viaje.