Cuento de terror que narra tres momentos en la vida de una mujer en un castillo en la costa azul de Francia. Los debutantes Cattet y Forzani hacen un film experimental que se nutre de un fascinante estilo visual y de la estética del giallo italiano de fines de la década de 1960 y principios de la década de 1970. El resultado va mucho más allá de la simple referencia nostálgica, sino que tal vez crea algo nuevo y único. Una especie de experiencia sensorial total que acompaña a una historia que forzosamente pasa a un segundo plano. La narración es lo suficientemente vaga para que la puesta en escena pueda deleitarse en todo momento en las texturas, los aromas, los colores de las escenas. De tal forma que va sumergiendo al espectador en la puesta en escena. Es una apuesta que fácilmente puede saturarse inmediatamente y alienar al espectador. Pero allá aparece la forma con que trabajan la pareja de directores. Es film que se construye casi exclusivamente de planos detalles que tienen un poder y una transparencia narrativa que pueden sostener todo el film. El roce del vestido contra las piernas, los dientes de un peine, el sudor del contacto de los cuerpos en un tren repleto. Claro que la estética tiene mucho que ver y el diseño del vestuario, los decorados y la ambientación del film tienen claramente una vibración de la década de 1960 aunque ni siquiera sea necesario establecer referentes espacio temporales. Los tres momentos de la trama están claramente distinguidos y más que una progresión dan la impresión de una regresión hacia un momento previo y clave. En este escenario la aparición de un asesino que responde a la tipología del giallo italiano puede parecer un capricho, y de hecho lo es, pero la postura abiertamente surreal y libre de ataduras de la narrativa lo habilita sin ningún tipo de problemas.