Cuento de ciencia ficción en el que un médico hace experimentos con las alucinaciones y la mente. La película es una mezcla de Frankenstein (obsesión), Kafka (unas metamorfosis excelentes) y 2001 (simios y preguntas transcendentales). Vanguardista no es, la comercialidad es muy evidente, pero a su vez es demasiado pretensioso para la clase b. En el camino quedan apuntes interesantes sobre la religión. Las seis secuencias de alucinaciones muestran una recurrencia del tanque de agua y una sustancia indígena. Lo peor del film es el mensaje conciliador sobre la reivindicación del amor del final. Los efectos especiales de Dick Smith son espectaculares, pero no logran integrarse del todo bien a lo que pretende Russell.