Comedia de terror en el que unas porristas mueren en un accidente, reviven gracias a una compañera bruja y buscan venganza contra los jugadores de fútbol americano que provocaron sus muertes en una escuela secundaria de California. McKee y Sivertson vuelven a reunirse para rehacer su primer film, ahora con una disposición de medios acorde a sus intenciones. Básicamente es la misma historia, pero ahora desarrollan más los personajes, agregan algunas ideas originales y mejoran considerablemente el último acto (por no mencionar el salto cualitativo en términos visuales y actorales por rodar ahora con un equipo profesional). Ambos retornan al material con el que se sienten más cómodos: el retrato de la juventud salpicado por gotas de sangre con el que dieron sus mejores películas, May (2002) y The Lost (2006), respectivamente. En el medio McKee se encerró en un par de adaptaciones de Jack Ketchum sólo logradas a medias. Y Sivertson, luego de la mala recepción de I Know Who Killed Me (2007), sólo realizó un film de artes marciales, Brawler (2011). Claro que una comedia de terror con brujas adolescentes es un terreno resbaladizo y el film no escapa a cierta estética de violencia chic y fantasía púber. Pero también muestra una anarquía y frescura de la que carecen la mayoría de las películas planteadas en términos similares. Las relaciones de amistad y de amor entre las chicas son un plus. Y una vez que reviven, el film no se queda sin ideas: las dos hermanas regresan en cuerpos cambiados, una de las chicas en ropa interior se mete en la casa de un vecino sólo para tomar leche, la hermana menor se aprovecha de su nuevo cuerpo para violar a su novio virgen (que se sorprende del frío que hay allí abajo), el joven que sólo sirve para alimentar a la protagonista sedienta de sangre, el líder de los jugadores de fútbol se toma una de las piedras de colores que permitieron la resurrección para enfrentárseles en las mismas condiciones y la porrista muerta que sale de su cuerpo cuando lo matan.