Drama en el que una actriz invita a su casa a un compañero de la obra de teatro en la que está trabajando en New York mientras su esposo está de gira. Swanberg por fin se quita del medio como actor, consigue el auspicio de un director de verdad (Noah Baumbach) y agrega una capa, el teatro, a su cine raquítico de ideas para tratar de salir del mumblecore. Pero tampoco es para ilusionarse. El muñecote que pone como protagonista en su reemplazo (Barlow Jacobs) es peor, formalmente sigue clavado en el no estilo y si un montaje paralelo es la mejor ocurrencia narrativa que puede agregar, los problemas siguen intactos. Es que ahora es tiempo de hacer el retrato de una joven pareja recién casada, del fantaseo con la infidelidad y de una relación ¨conflictiva¨ con la hermana. No conozco a nadie que sea más orgulloso de ser un ¨veinteañero integrado¨. ¿Cuándo tenga ochenta años Swanberg seguirá haciendo las mismas películas desde el geriátrico?