Comedia de ciencia ficción en la que una tripulación de una nave espacial argentina tiene como misión destruir la Luna en el año 2068. Después de La sonámbula (1998), Spiner continúa en la ciencia ficción, ahora en vertiente space-opera. Más allá del atípico origen teatral, el tono va de lo paródico a lo decididamente trash. Si la idea del costumbrismo insertado en la dinámica de género puede tener sus posibilidades, como después demostró Fase 7 (2010), aquí el resultado es desastroso. La fotografía con cámaras de video, los precarios decorados y los efectos especiales impresentables descalifican el costado de ciencia ficción. Los diálogos abismales, los personajes condescendientes y las actuaciones que no encuentran el tono se encargan de abolir todo intento de comedia. Sólo sobre el final, con la aparición de un demonio/vampiro, un numerito musical y las voces/puteadas del epílogo asume un tono más acorde a la propuesta. Spiner da otro paso atrás en su intento de dignificar al cine argentino de ciencia ficción.