Cuento de terror en el que la esposa negra de un reverendo es poseída por el diablo en Louisville. Girdler realiza una delirante versión blaxploitation de The Exorcist (1973), mucho más inteligente y disfrutable que la película de William Friedkin. El hecho que la protagonista no quede postrada en una cama, que aproveche su transformación para decir las verdades que el decoro evita y que decida salir a divertirse y cazar hombres en una discoteca le da al film una libertad que conecta mucho mejor con la idea de posesión demoníaca. El uso absolutamente delirante de la voz demoníaca de la protagonista y sus constantes cambios de temperamento convierten al film en una auténtica caja de sorpresas. No es de extrañar que de todas las imitaciones de The Exorcist que surgieron en la década de 1970 Warner sólo haya demandado por plagio a esta (que era la única que desnudaba lo convencional y retrógrado de su planteo).