Cuento de terror en el que una pareja de asesinos provee de cadáveres a un profesor de medicina en Edimburgo en 1828. Inspirado en una historia real. Gilling utiliza el formato panorámico para hacer un retrato del comercio de la muerte, de las aulas de la facultad a los burdeles de la ciudad. Uno de los méritos de su puesta en escena es que presenta a los dos asesinos siempre entre la multitud. De allí que las escenas de violencia tengan un realismo que no necesita de golpes de efecto o de salpicones de sangre. En el otro extremo está Peter Cushing componiendo uno de sus mejores personajes, negando lo imposible hasta casi el final. En el medio, la pareja de un joven estudiante y una prostituta es despachada sin preámbulos. La película, pese a su trama y su ambientación gótica, no se despega demasiado de la historia real en que se basa. Y junto a Peeping Tom (1960), La maschera del demonio (1960), Psycho (1960) y Les yeux sans visage (1960) es otro de los films fundamentales de la modernidad en el cine de terror.