Aventura en la que un cazador de animales cuida de un niño africano y recibe la visita de una nueva veterinaria en África. Los films de aventura ambientados en la naturaleza siempre son una prueba para el realismo cinematográfico. Gilling la pasa gracias a la coexistencia en el plano de los actores y los animales y al excelente uso del technicolor. Si el vacío que supone la ausencia de conflicto no puede ser llenado por una historia de amor previsible o por una secuencia de robo, secuestro y persecución, los ecos colonialistas de la trama quedan más expuestos.