Comedia de terror en la que un niño ayuda a un asesino disfrazado del Diablo durante Halloween en un pueblo de New England. Luego de un impasse de 16 años y de algunos documentales para la televisión, vuelve a dirigir Jeff Lieberman, una de las voces más personales del cine de terror contemporáneo. Más allá de la fragilidad del concepto y de las vueltas del guión rebuscadas, Lieberman se muestra en pleno uso de facultades formales y estilísticas. Todavía sigue presente el interés por lo cotidiano, el retrato de la familia (el niño fanatizado por los videojuegos, la hermana que vuelve de la universidad, el novio que queda en una posición incómoda, la madre excéntrica interpretada por Amanda Plummer) y las resonancias políticas del concepto (la máscara de Saddam Hussein, los anarquistas que toman el pueblo). Pero en este caso agrega un cruel e inesperado sentido del humor negro con el personaje del Diablo (cuelga a sus víctimas en las entradas de sus casas, se va del mercado sin pagar, atropella a embarazadas y ciegos). Hasta llegar a la verdadera naturaleza fantástica de la historia (y del mal). Hay que celebrar el regreso de Lieberman. Tal vez sus films no figuren un ninguna antología del género de terror, pero son los más inteligentes.