Cuento de terror en el que un empresario bebe un brandy que lo convierte en vampiro en Miami. Herschell Gordon Lewis hace una especie de versión de Dracula (1897) de Bram Stoker con un americano medio de protagonista, colores pasteles en la fotografía, hipnosis y strippers. Llamativamente no hay sangre. Las dos horas de duración resultan excesivas. El film sólo es una curiosidad.