Adaptación de comic en la que un demonio venido del espacio trabaja en una división paranormal del FBI en los Estados Unidos. El film tal vez sea la mejor trasposición de un comic al cine de la década de 2000 porque recupera el espíritu libre, la irreverencia y el delirio de su fuente de origen y pierde la solemnidad de los films de superhéroes más populares. Al partir de una premisa tan delirante, todo intento cómico, dramático o terrorífico no sólo no queda fuera lugar, sino que potencia aún más a los otros. Se nota la pasión de Del Toro hacia un personaje y una historia por los que siente plena identificación. Su mirada natural y no de asombro hacia lo monstruoso recuerda a los mejores films de Burton y Peter Jackson. Además demuestra que la mejor manera de generar miedo o inquietud no es tratar de asustar de principio a fin recurriendo a formas gastadas y artificiales, sino trabajar la secuencia. La matanza en las alcantarillas recuerda a una escena de El espinazo del diablo (2001). De sólo ver al asesino nazi carismático, a Hellboy como bebé, a Ron Perlman en el papel de su vida o al zombi ruso cortado a la mitad uno no deja de agradecer a los ejecutivos de Columbia que le financiaron el proyecto. Algunas fallas como la caída de ritmo en la parte final (como en sus anteriores films americanos) o cierta limitación con la cruz salida de la nada en la resolución no estropean el producto.