Comedia de terror en la que un Elvis Presley recluido en un geriátrico se enfrenta a una momia egipcia que chupa las almas en Texas. Lo que podría haber sido una propuesta más cercana al camp o un compendio de chistes sin gracia, Coscarelli le otorga una inesperada consistencia dramática. El film recupera una de las claves del cine fantástico, la de utilizarlo simplemente como una coartada para desarrollar temas que de otro modo no podrían ser tratados. Buce Campbell hace un gran aporte, no sólo por su parecido físico, sino porque logra transmitir toda la tristeza de ver a Elvis con problemas para moverse y quejándose de la vida perdida. Como film de terror es poco convencional: transcurre en un pequeño asilo para ancianos, el protagonista tiene un cáncer en la punta del pene, la momia le chupa el alma a las víctimas por el ano y escribe jeroglíficos en los excusados. La transparencia de la puesta en escena de tono minimalista, los oportunos flashbacks que cortan el letargo del protagonista postrado en una cama y la música de Brian Tyler (que combina el rock and roll y melodías inquietantes) resultan oportunos. Quizá la película no sea tan inquietante como podría esperarse de Coscarelli, pero sin duda es un paso adelante en su obra para despegarse un poco de la serie Phantasm (1979-1998).