Cuento de terror en el que una estudiante con poderes psíquicos se infiltra en una hermandad de vampiras en una universidad del sur de los Estados Unidos. DeCoteau traslada su fórmula de The Brotherhood (2001) al universo femenino, pero no puede evitar caer en el humor involuntario. Utiliza un hotel costero de las Islas Turcas y Caicos como campus universitario sin importar que allí no haya nada parecido a un aula de clase. La actriz tiene un registro de actuación bressoniano. La historia no muestra ninguna progresión y la situación no parece modificarse nunca. La opción de ingresar o no a la hermandad de las vampiras sólo se resume en quedarse a estudiar o salir de fiesta. No hay asesinatos, ni transformaciones. Los poderes psíquicos de la protagonista son innecesarios. Las escenas de sexo son siempre con la ropa interior puesta. Los fogonazos blancos de la secuencia del prólogo llegan a límites insoportables. Cada vez que un personaje refiere a un hecho pasado se montan flashes de lo que ya vimos para maximizar la duración del film con el poco metraje rodado. Pero ya lo conocemos: David DeCoteau es el cineasta de la pose. Los actores posan para la cámara con fondo de música electrónica. Ese es su cine. Por lo menos, no hay cinismo en sus películas. Conservan la inocencia del cine de terror de clase B de las décadas de 1950 y 1960. La historia de amor casto de la protagonista con el estudiante y el ritual de iniciación de la resolución así lo prueban. Barbara Crampton hace una aparición estelar como la profesora de psicología. Pero lo mejor resulta la música tecno del score de Joe Silva.