Slasher en el que un grupo de amigos se reúnen en una casa de campo para participar de un juego de muerte falso y empiezan a morir realmente en California. DeCoteau continúa la línea auto reflexiva del género de terror adolescente que ya había iniciado (bajo el paraguas de Full Moon) con Shrieker (1998) y Talisman (1998) y seguido (ya con su productora) con The Brotherhood (2001). Esta vez el film es un descarado exploit de Scream (1996) y sus secuelas. Aquí lleva al extremo la clave auto paródica: son los propios personajes los que crean el escenario. Lo que le permite justificar de alguna forma las terribles actuaciones, obviar los giros inverosímiles y arribar al terreno de la comedia absurda. Si miramos a la historia del subgénero, Reazione a catena (1971) de Mario Bava no estaba tan lejos de estas pretensiones. Las víctimas y los asesinos se multiplican sin razón aparente. Sin descuidar el atinado retrato de la “juventud ficticia” (cuerpos perfectos, teléfonos celulares y autos de lujos), el motor de los conflictos son los celos, el amor y la pertenencia. Los toques de homoeroticismo están presentes a partir de la escena en la ducha del hombre desnudo y la promiscuidad bisexual alcanza prácticamente a todos los personajes. Los nueve asesinatos no son demasiado gore porque esa no es la intención y la máscara del asesino es un poco ridícula, aunque esa sí es la intención. DeCoteau da un cierre digno al renacer del slasher de fines de la década de 1990 y principios del 2000 y confirma la personalidad de su nueva compañías Rapid Heart Pictures.