Historia de amor de un poeta gay a punto de entrar a la universidad y un trabajador de la construcción mucho mayor que él en Los Angeles. DeCoteau sale del closet del cine de terror con un film que aprovecha la fotografía en blanco y negro, las escenas de sexo subidas de tono y la estética retro. La película conecta con la tradición del cine queer americano (Jack Smith, John Waters, Gregg Araki). Si bien los personajes no superan la mera pose, el tono naif no se sostiene y el retrato de la comunidad gay es muy acotado, el film no se propone más que ser una simple historia de amor. Al menos esta vez a DeCoteau no se lo puede acusar de homoeroticismo latente: la escena del prólogo en la piscina repleta de hombres desnudos, la escena de sexo de la pareja protagonista, la fiesta de cumpleaños con un stripper y la orgía con el amigo del protagonista es más de lo que se puede pedir a un film no pornográfico. Pero además, la lectura de poesía en un café temático, el aporte de extravagancia de los travestis y la utilización de canciones electro pop enriquecen la propuesta. De esta forma, DeCoteau da un paso importante en su obra, que si bien continuará por el camino habitual del género de terror y el bajo presupuesto, marcará la estética del resto de sus películas.