Cuento de terror en el que una restauradora de museos es perseguida por una secta demoníaca en Roma. Luego de años de resistencia Argento decide completar la trilogía de las tres madres iniciada con Suspiria (1977) e Inferno (1980). Los peores temores se confirman. De todas las pérdidas que acusa su cine (inventiva visual, originalidad de las historias, pulso narrativo) la más grave es la falta de intensidad. Aquí se hace más evidente por la naturaleza fantástica de la historia. En aquellas películas la representación del horror era tan inmediata, elaborada y apabullante que no daba tiempo para decodificar o interpretar la sensación de miedo, sólo se podía experimentarla. En este caso lo que tenemos es la banalización de la historia, el vació de los personajes, algunos fogonazos gore y una música reiterativa que por momentos recuerdan a los peores momentos de Trauma (1993). Da la impresión de que ahora Argento no teme hacer las cosas a las que se negó durante toda su carrera. El resultado está más cerca de un subproducto de clase B de Dimension o Full Moon. Sólo el sentido del humor asumido, la presencia de Asia Argento y la bella imagen que cierra el film pueden rescatarse. Pese al tardío reconocimiento en Estados Unidos con la serie Masters of Horror (2005-2007), Argento sigue sin levantar cabeza en Italia.