Cuento de terror en el que unos adolescentes contratados para acondicionar una feria de Halloween en un pueblo de California son asesinados por un monstruo. Danny Draven continúa explorando los subgéneros del terror con minúsculos presupuestos y algunas atractivas ideas. Si antes fue el cyber thriller en Horrorvision (2001), el cuento de fantasmas en Hell Asylum (2002) y el vampirismo en Cryptz (2002), ahora es el turno del slasher adolescente de concepción sobrenatural. Si bien los rancios estereotipos de los personajes, la apariencia ridícula del monstruo/asesino, la falta de gore en los asesinatos y el intento de ¿humor? con el personaje del sheriff bruto, dejan al producto al borde del abismo, hay algunas características que lo rescatan. El rodaje en exteriores le dan la posibilidad a Draven de aprovechar el paisaje, los espacios y la ambientación para hacer lucir al film muy por encima de su presupuesto. La mirada hacia los personajes no es cínica o distante como en la mayoría de los slashers post Scream (1996). De hecho uno de los asesinatos logra sorprender por la violencia y simpleza de la escena (la chica gótica y el negro están por tener sexo y mencionan al orgasmo como la pequeña muerte cuando aparece el asesino por detrás de ellos). Claro que los siete asesinatos (más uno en el prólogo ambientado en el siglo XIX) son mucho splatter y poco cuerpo y la resolución no ofrece ninguna variante o sorpresa. Draven se confirma como un pequeño maestro del video digital de bajo presupuesto. Lástima que uno sospecha que no podrá dar el salto a otro tipo de propuestas.