Comedia de terror en la que unos jóvenes negros van a un burdel habitado por bailarinas vampiras en Los Angeles. A Danny Draven no le hizo bien los buenos resultados de su ópera prima para Full Moon. Se ve obligado a aceptar todos los subproductos que Charles Band le ofrece. El concepto de blaxploitation y vampirismo ya estaba agotado desde su mismo nacimiento en la década de 1970. Ni el resurgir de principios de milenio a partir de Bones (2001), habilita propuestas de este tipo. Bordello of Blood (1996) es un ejemplo. Sólo para destacar en este caso la concepción urbana del horror de Draven planteada Horrorvision (2001): el underground como lugar apartado, pero real en la ciudad. Por lo demás, los interminables diálogos en slang, lo poco que muestran las bailarinas, la aparición de un experto cazador de vampiros, la asociación con el vudú y la macumba y la inclusión de música hip hop, todos elementos previsibles, tratan de estirar la duración hasta los 80 minutos. En el tipo de cuento de terror en el que el público sabe que los personajes van hacia una trampa, sólo queda saber en qué momento la descubren y cómo sostener el relato hasta el final. Un paso en falso de Draven, que descubre que las limitaciones de Full Moon no sólo son presupuestarias. Hace falta un mínimo concepto para sostener la puesta en escena.