Cuento de terror en el que una familia que va de viaje en medio del desierto de queda a merced de unos asesinos mutantes a causa de la radiación nuclear en New Mexico. Remake de The Hills Have Eyes (1977). El film es uno de los pocos casos en esta ola de remakes que supone una mejora al original, que no era más que una simpática película de culto de evidente amateurismo. El propio Wes Craven apadrina el debut en Hollywood de Alexandre Aja, un director francés que ya mostró aptitudes y afición por el cine de terror de la década de 1970. Si bien la película no agrega nada nuevo a los esquemas del género y respeta casi al pie de la letra el guión del original (salvo por las bombas nucleares del prólogo), esta versión tiene un look visual más estilizado (pero no menos crudo e impactante), una secuencia de horror casi orgiástica en la que se juntan todos los personajes en la casilla rodante (en la que se suman violaciones, muertes y perversiones) y una mirada con resonancias políticas siempre bienvenidas de la década de 1970 sobre la institución familiar. Lástima que la utilización del punto de vista omnipresente y omnipotente institucionalizado a partir de Halloween (1978) en el desierto no sirve de mucho y que el final queda algo dilatado por demasiadas peleas cuerpo a cuerpo. El auspicioso debut de Aja en Hollywood es la confirmación de que el gore y la crueldad han vuelto al cine de terror americano.